Veinticuatro otoños grises.
Han pasado veinticuatro otoños grises desde la tarde de aquel en que vine al mundo. Entre sangre y gritos vine, entre el dolor de mi madre, entre la angustia de mi padre y la fiesta de un pueblo. He vivido bien, mejor de lo que alguien con mi estampa habría pensado que se podía vivir, pero lo he desperdiciado, mucho de todo ello se ha perdido y mucho más he encontrado, no cabe aquí lugar para hablar de ganancias, aún no es hora. Fui, hace no mucho, lo que se podría calificar como imbécil, y sin pena lo digo, acostumbrado desde la cuna y el hogar a obtener sin esfuerzo, a pedir sin miramientos, cuanto mal me hice a mi mismo todos esos años. Nada es para siempre y una tarde negra lo perdí todo, la analogía de las ratas que abandonan el barco es lo más adecuado para hablar de lo que nos pasó, la soledad es la única compañía de unos bolsillos vacíos. Después de ahí, todo fue un deambular, un vagar, huir sin rumbo fijo, estuve lejos un tiempo, me rebajé, ahí donde nadie sa