De montañas y precipicios.
Quienes me conocen bien, no me dejarán mentir, y para quienes no me conocen, se los he de decir. Desde un tiempo a éstas fechas tengo la sensación de ser un hombre pequeño, de no dar la talla, de que todo cuanto hago es efímero y sin sentido. Es posible que sea una falta de algún neurotransmisor en mi cabeza, de esos que terminan en "nina", o que todo llega en el momento apropiado; pero hace muy poco en realidad, ha nacido en mi algo nuevo, hablo de ésta necesidad de ser grande. Recuerdo que hace tiempo, no tanto en verdad, siendo más ingenuo y aun creyendo en el destino, me gustaba fantasear con que estaba destinado a lograr algo grande, algo que era la razón única y universal que validara mi existencia. Luego pasó el tiempo, vinieron los años, uno tras del otro incesantes, indiferentes, dejé de creer en muchas cosas, me hice más lógico, más apegado a la razón y a las pruebas, por consiguiente, concluí qué el destino es la mayor farsa de todos l