De supervivencia y otras cosas.
Yo sobreviví a Soledad. La sientes, esa frase que nace de tu orgullo, “ya la superé”, te mientes a ti mismo al decirla Y esperas que tu actitud estoica convenza a otros, A aquellos que no saben el infierno que arrastras, No, algo dentro de ti sabe que no es cierto, Porque nadie supera a nadie, cuando mucho Y con algo de suerte, sobrevives a alguien. Yo sobreviví a ella, a la niña de ojos claros, De blanca piel y labios tersos, a Soledad. Sobreviví a las marejadas que eran sus besos, A las tormentas de sus palabras y gemidos Y a esos terremotos en su vientre al hacer el amor. Sobreviví después al vacío, al silencio, A ese maldito invierno de camas vacías, A los lamentos, a los llantos, a la culpa, A ese momento en que mutile parte de mi Y escupí ese nefasto “por favor, no te vayas”. Sobreviví también a las putas, a las drogas, Al callejón de sexo y rock&roll al que me metí Buscando un aliciente a su maldiciente ausencia. Sobreviví a