Crónica de una pesadilla

Lo primero que recuerdo es estar acostado sobre una colina, veo el cielo tapizado de nubes de forma tan uniforme que pareciera que el cielo es color blanco, me levanto del césped, la frase "donde el césped es más verde" debe hablar de un lugar como éste, bajo a la calle, esa única calle que se puede ver hasta donde alcanza la vista.

No hay nadie en la calle, existe un silencio pétreo, no hay viento ni canto de aves; grito, no hay respuesta, deambulo por la acera mirando las casas, son todas iguales, miro a través del cristal de las ventanas e incluso por dentro son todas iguales, hay un televisor y un sofá en cada una de ellas, giro la perilla de la primera puerta y está cerrada, pruebo con la de al lado y es lo mismo, al igual que las de la acera de enfrente.

Camino por esta calle por lo que parecen horas, inútilmente pruebo abrir las puertas, los cristales no se rompen no importa cuan fuerte o con qué los golpee. De pronto a lo lejos escucho un zumbido, corro en dirección al sonido, lo oigo más fuerte cada vez, veo a lo lejos una puerta abierta, llego hasta ahí, dentro hay el mismo mobiliario que en otras casas, un sofá y un televisor, sin embargo este televisor está encendido y es el ruido de la estática lo que oí en la distancia; ésta casa me parece distinta, quizás sea que por fin veo una desde adentro, hay otra puerta al lado de la entrada y unas escaleras a la planta superior. Subo, arriba no hay más que dos habitaciones con dos camas, fuera de eso nada, algo me eriza la piel, me da la sensación de que alguien más está conmigo, me observa pero no soy capaz de verlo.

Regreso a la planta baja e intento apagar el televisor, si el ruido no sirve de nada prefiero el silencio, pero me es imposible, el aparato no cuenta con ningún botón y no parece estar conectado a la corriente por cable alguno, camino a la salida me percato de la puerta contigua, por un momento dudo, pero de todas formas giro la perilla.

De nuevo nada, en el pequeño armario sólo hay escobas y un cubo para fregar el piso, decepcionado cierro la puerta y es entonces cuando lo escucho: "no me encierres", es la voz de un niño, abro la puerta a toda prisa y sin embargo el armario sigue tal cual; estoy imaginando cosas, esa voz jamás existió, cierro de nuevo la puerta, "por favor no me encierres", lo vuelvo a escuchar, ésta vez la voz suplica y gimotea pero yo no tengo el valor para abrirla una vez más.

La voz empieza a golpear la puerta mientras me pide que le saque de ahí  "no me encierres", "sácame de aquí", poco a poco la voz pasa de ser la del niño que escuché a sonar de forma más grotesca y gutural, salgo corriendo de ahí, cierro la puerta tras de mi y corro por la calle infinita, por un momento lo único que escucho son mis pisadas sobre el pavimento, luego lo escucho, el sonido de algo haciéndose añicos y el de esa cosa corriendo detrás de mi, corro con todas mis fuerzas, mirar atrás no serviría de nada, pero puedo oírlo, oigo como se acerca, sus pisadas que parece que corre en dos o en cuatro patas o que es uno o toda una horda de ellos, lo escucho cada vez más cerca, mis piernas no dan para más, casi puedo sentirlo a mi espalda, de pronto ya no lo escucho, volteo, esa cosa me toma por los hombros y me arroja al piso.

Despierto de golpe sobre mi cama en la oscuridad de mi habitación, afuera llueve, las noches de lluvia me hacen este tipo de jugarretas mentales, oigo los estertores de un trueno pasado, un relámpago ilumina la noche y entre las penumbras la puerta de mi armario se abre lentamente.

Paliacci.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Esas amistades largas y... Malintencionadas...

Te hago un descuento ( microcuento)...

Dulces sueños.