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De historia y procesiones dominicales.

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Hay un grupo de personas vestidos de aztecas bailando delante de la procesión, los sigue una banda de guerra que dirige a su vez a los monaguillos con sus incensarios, detrás de ellos un grupo de hombres cargan la imagen de una virgen y otro grupo carga un crucifijo, ambas imágenes llevan arreglos de flores, detrás de ellas van caminando los feligreses de la iglesia y al final cerrando la peregrinación, por si no era suficiente suficiente algarabía, una banda de viento toca alegres temas para la gente que sigue al cristo y a la patrona de la catedral, es una tarde de domingo cualquiera en Guanajuato capital, y esta simple procesión de gente evoca tanta historia que para el ojo común escapa por lo extraordinario que resulta a la vista. Pero esa gente que camina por las pocas calles del centro, porque los callejones son imposibles de sortear bailando o soplando una tuba, es un retrato de mucha de nuestra historia. La danza azteca que dirige la comitiva es sin duda una de las cosas que

Los Crononautas (The future fart)

¿Qué sabemos de las paradojas, o sobre los viajes en el tiempo en general?, ¿qué sabemos en sí sobre el tiempo?, ¿el tiempo es acaso una construcción de nuestra mente para registrar nuestras memorias?, ¿es acaso como un río de acontecimientos, imparable y siempre distinto, o se puede detener y analizar parte por parte?, tales son las preguntas que han poblado de dudas a las mentes más brillantes de todas las eras, sin embargo para el crononauta Miguel Bow, el tiempo, su naturaleza y los viajes en él sólo son una pérdida de vergüenza. Todo comenzó mucho tiempo antes de que él naciera siquiera, un día un grupo de físicos e ingenieros creó una cámara aislante del tiempo, mediante el uso de taquiones, gravitones y otras partículas elementales lo que estuviera dentro de ella era inmune al paso del tiempo que todos sufrían en el exterior, fue un gran éxito para la comunidad científica, pronto un sinfín de usos se discutieron con base en ella, pero para probar su eficacia los científicos

Carta al hijo que nunca tendré

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Antes que nada quiero que sepas cuánto te amo, porque te amo con todo mi ser, y precisamente por todo lo que te amo es que no existes. Lamento esas palabras tanto como no tienes idea, te he imaginado muchas veces, de todas las formas y de todos los colores. Con lo mejor y lo peor de mí y de tu madre; y cada vez que lo hago me abruma la responsabilidad de que vivieras en este mundo. Y no creas que se trata meramente desde el punto de vista económico como siempre le respondo a tu abuela cuando me increpa sobre porqué he decidido no tenerte, no, los recursos no son el problema, se hacen los arreglos, los sacrificios, lo necesario para sacar adelante a los hijos, lo he visto en carne propia, lo he vivido. No, las razones de porque no estás conmigo son bastas y sobradas, en primera instancia estoy yo y mi incapacidad para cuidar de manera apropiada de mí mismo, ya no digamos de ti, para mis adentros desconozco si tengo lo suficiente para hacerte a ti, a base de palabras, la clase de ser

Pequeño anuncio de año nuevo

Este año he decidido volver a Blogger, con mas asiduidad que en el anterior, la razón es que me he desencantado de facebook y su incesante e inutil sobrecarga de articulos, lo que empezó como una manera de estar al tanto de las noticias y de las personas cercanas termino en un torrente de mundanidad tal que llegó a un punto en que me cuestioné ciertamente si era realmente importante saber "Las comidas favoritas de Taylor Swift en el verano"... ¡A mi que carajo me importa lo que coma o deje de comer Taylor Swift! , asi que he estado borrando las paginas que seguía y que solo eran una perdida de tiempo, esto con el objetivo de usar la pagina que tengo ahi, tambien abadonada, que se suponia usaria para promocionar este blog. Quiero suponer que este cambio me ayude a superar ese terrible mal habito de la procastinación, que facebook solo hace mas grande dia tras dia. Tambien quiero darle el uso anterior al blog porque ahora dispongo de mas tiempo que antes para dedicarle, clar

La tempestad

Vendrá la guerra, cual tempestad,  con sus tambores atronando el cielo, nos lloverán las bombas, nos borrarán los sueños. Vendrá la guerra, arrastrándose por el fango, batiendo sus alas de metal haciendo retumbar la tierra con su andar y sus miles de botas. Vendrá la guerra, la muerte afila su guadaña la cosecha se acerca, la marea roja de llanto y dolor está por inundar el mundo. Vendrá la guerra y hasta los dioses se arrodillan ante la tempestad orando por paz.

Dulces sueños.

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Esa mañana Liz despertó cansada, la noche anterior se había ido de fiesta y las cosas se salieron de control, demasiadas cervezas, demasiados tragos, pero lo que desató el infierno fue esa estúpida pastilla que le regaló aquel sujeto, "te va a cambiar la vida" le dijo mientras no paraba de reír, era un pésimo "dealer", no deberías consumir tu propia droga. Como fuera, había amanecido, tenía que tomar un baño y comer, su cabeza sólo podía pensar en comida y recordó el pollo que tenía en el refrigerador. Tomó la ducha sin contratiempos y puso el pollo a descongelar en el fregadero, llamó a su amiga Susan pero no contestó, luego de insistir encontró su teléfono en el sofá, Susan era despistada, debió haberlo olvidado ahí la noche anterior. Una vez que el pollo estuvo descongelado preparó la bandeja y el relleno, siempre le fastidió eso último, usualmente hacía demasiado y era complicado ponerlo dentro, había que hacer mucha fuerza y a veces el pollo se le resbalaba

La cartera.

La cartera. Petro Alejandrovich no había logrado gran cosa en su vida, se esforzaba claro está, pero sus esfuerzos topaban con pared cada vez, ya fuera porque el clima no era propicio, ya fuera porque le era menester los deberes que detestaba hacer pero le eran ineludibles, pero siempre encontraba una excusa. Pese a todo había logrado ser funcionario, encerrado en su oficina de nueve a cinco, con la hora de la comida cronometrada y casi los mismos rostros día tras día durante diez años seguidos. Una vez concluida su jornada laboral se dirigía a casa, su solitario departamento le esperaba con los deberes del día anterior y la cena congelada que comía mientras veía la televisión; no era aficionado del cine o los deportes, le gustaban los telejuegos, esos programas donde un montón de pobres diablos perdían la poca dignidad que tenían por dinero, le divertían de sobremanera aquellos donde se les golpeaba, mojaba, vejaba y hacía caer a aguas asquerosas, se reía a carcajadas y las lágri

Chomsky

Chomsky La muerte es el destino final de todo lo que vivió, vive y vivirá, pero ¿qué es la muerte? "La muerte es sólo una ilusión", dijo la figura negra detrás de Edmund Sinclair, el más grande mago y escapista, quien por desgracia fallaría en su último escape. Así como Sinclair la muerte está presente cada vez que algo muere, no sólo en su faceta antropomórfica sino en todas y cada una de sus formas. Desde la bacteria sospechosamente más oscura y cuyo flagelo parece una guadaña hasta los enormes esqueletos que surcan los océanos. La muerte llega a toda criatura. En su palacio alojado en el desierto del tiempo la muerte ve las vidas ir y venir a través de los relojes de arena. Dentro de los aposentos de la muerte existe una habitación con estantes tan altos como montañas y que se extienden hasta donde alcanza la vista, la habitación de los relojes, debidamente arreglados por especie y ubicación. También existe la otra habitación, es más pequeña pero aún así con

Gilberto (edición revisada).

Gilberto. Gilberto Sampedro no podría ser llamado una persona normal desde mucho tiempo atrás, no, tampoco es que tuviera dones especiales, ni levantaba camiones con un brazo, ni mataba toros rompiéndoles el cuello ni podía llevar al éxtasis a las mujeres con sólo pronunciar la palabra “córrete”, no, lo que lo hacía especial y único era que el hombre no envejecía, a sus treinta años recién cumplidos Gilberto se seguía viendo como cuando tenía dieciocho, la misma cara de niño, tenía el mismo torso delgado y a pesar de hacer ejercicio seguía viéndose como antes, joven radiante. Gilberto era el asombro de sus contemporáneos, también era la envidia de sus contemporáneas pues todas ellas desearían verse como cuando tenían dieciocho, por estas razones espiaban al pobre hombre siempre y a toda hora que podían, le espiaban por si compraba algo inusual en la farmacia, o si encargaba algo especial por correo, algunas incluso se arriesgaron a espiarlo antes, durante y después que éste se bañ

Eugenio (versión corregida)

Eugenio. Eugenio Buendía descansaba recostado sobre la fría porcelana mientras la madrugada transcurría despacio y la ciudad dormitaba, entonces, el sonido del interruptor y la luz del pasillo lo sacaron de su tranquilidad, además como si eso no bastara, el hombre que entraba en el baño, obligándolo a desaparecer, no venía con las más higiénicas intenciones. Cuan triste era la “no-vida” de Eugenio, si al menos el destino hubiese sido más compasivo con él, al final de su vida, no se hubiera convertido en el hazmerreír del más allá , destinado a pasar la eternidad entera en el sanitario, condenado a no poder resolver ese asunto que, por razones del azar, tuvo que dejar irremediablemente a medias. Noche tras noche, día tras día, el eterno desfile de visitantes le recuerda palabra por palabra la frase que tanto escucho tiempo antes de morir: “cuida tu colesterol”. Ahora era muy tarde para lamentarse el no hacer caso, pero es que jamás lograba avanzar en su paso al “más allá”, inc

Sobra gente

Sobra gente. En el mundo sobra gente, pero faltan personas, faltan personas que sigan sus sueños, faltan personas que crean en sí mismas faltan personas que no quieran ser sólo gente. Porque la gente es demasiada y a la vez no es nada, la gente es una masa amorfa y viciosa de cuerpos que viven la misma vida, que temen los mismos miedos, que siendo la escandalosa mayoría pisotean, destruyen, desgarran y martirizan todo aquello que desconocen, que ignoran. Hacen falta personas que se atrevan a ser libres, libres de pensamiento, palabra, obra y si viene al caso también de omisión; es un desperdicio tener la capacidad de sentir, de crear, de inventar, de soñar, si se ha de repetir el mismo sueño, el mismo sentimiento que todos los demás. Hacen falta personas que amen sin miedos, que sepan entregarse por entero, que no condicionen el amor, que entiendan que amar y quedarse sin nada no es perder, que pierden más los incapaces de amar por

Caralibros

Caralibros. Me he comido una hamburguesa, y estaba muy buena, y he querido exponerlo aquí, en un verso, sobre el papel, porque quizás a algún futuro lector o a una audiencia le interese mucho que yo me comí una hamburguesa, y que además de eso estaba jodidamente buena. Vivimos en un tiempo de banalidades muy importantes, donde nuestra privacidad es algo que hemos regalado, donde ya no importa tanto la playa, las risas, las puestas de sol, si no tienes una cámara a mano para presumirlo luego. Somos prisioneros de una conexión de datos, de baterías, cargamos los grilletes al enchufe y nos quedamos ahí, pegados en la pared, con la cara iluminada y el alma a oscuras, éramos hombres en el hastío del mundo, ahora, ahora somos una etiqueta en una notificación vacía. ¿Cómo permitimos que pasará todo esto? que nos roban el tiempo y el oro frente a nuestras narices y nosotros sumidos en la frustración y la impotencia de no poder pasar de nivel en los c

Dos ruedas.

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Tomas impulso, dejas atrás tu calle, tu barrio, conquistas las pequeñas subidas y te emocionas, quieres ir más rápido, te esfuerzas, aceleras, tu corazón salta, tus pulmones están vueltos locos, pero no te importa, quieres, no, necesitas más, más velocidad, más alcance, más resistencia, ¿esa colina cree que te va a detener?, oh no, tú sabes que eso no va a pasar. Una tras otra las pendientes van quedando no sólo atrás, sino incluso debajo de ti, te aburres del asfalto, no sólo es monótono, los conductores no te lo hacen sencillo, te pasan a centímetros o te toca un bocinazo, "la calle es de todos" o eso dicen, yo no lo veo, encuentras la vereda, el sendero, la terracería, naturaleza y libertad bajo tus ruedas. La montaña, piedras, lodo, tierra, subidas donde las ruedas resbalan, bajadas donde perder el miedo, y claro el terraplén que te hace entender que no necesitas alas para volar, llegas a un claro y te preguntas, "¿por

De supervivencia y otras cosas.

Yo sobreviví a Soledad. La sientes, esa frase que nace de tu orgullo, “ya la superé”, te mientes a ti mismo al decirla Y esperas que tu actitud estoica convenza a otros, A aquellos que no saben el infierno que arrastras, No, algo dentro de ti sabe que no es cierto, Porque nadie supera a nadie, cuando mucho Y con algo de suerte, sobrevives a alguien. Yo sobreviví a ella, a la niña de ojos claros, De blanca piel y labios tersos, a Soledad. Sobreviví a las marejadas que eran sus besos, A las tormentas de sus palabras y gemidos Y a esos terremotos en su vientre al hacer el amor. Sobreviví después al vacío, al silencio, A ese maldito invierno de camas vacías, A los lamentos, a los llantos, a la culpa, A ese momento en que mutile parte de mi Y escupí ese nefasto “por favor, no te vayas”. Sobreviví también a las putas, a las drogas, Al callejón de sexo y rock&roll al que me metí Buscando un aliciente a su  maldiciente  ausencia. Sobreviví a

Crónica de una pesadilla

Lo primero que recuerdo es estar acostado sobre una colina, veo el cielo tapizado de nubes de forma tan uniforme que pareciera que el cielo es color blanco, me levanto del césped, la frase "donde el césped es más verde" debe hablar de un lugar como éste, bajo a la calle, esa única calle que se puede ver hasta donde alcanza la vista. No hay nadie en la calle, existe un silencio pétreo, no hay viento ni canto de aves; grito, no hay respuesta, deambulo por la acera mirando las casas, son todas iguales, miro a través del cristal de las ventanas e incluso por dentro son todas iguales, hay un televisor y un sofá en cada una de ellas, giro la perilla de la primera puerta y está cerrada, pruebo con la de al lado y es lo mismo, al igual que las de la acera de enfrente. Camino por esta calle por lo que parecen horas, inútilmente pruebo abrir las puertas, los cristales no se rompen no importa cuan fuerte o con qué los golpee. De pronto a lo lejos escucho un zumbido, corro en direcci