De historia y procesiones dominicales.

Hay un grupo de personas vestidos de aztecas bailando delante de la procesión, los sigue una banda de guerra que dirige a su vez a los monaguillos con sus incensarios, detrás de ellos un grupo de hombres cargan la imagen de una virgen y otro grupo carga un crucifijo, ambas imágenes llevan arreglos de flores, detrás de ellas van caminando los feligreses de la iglesia y al final cerrando la peregrinación, por si no era suficiente suficiente algarabía, una banda de viento toca alegres temas para la gente que sigue al cristo y a la patrona de la catedral, es una tarde de domingo cualquiera en Guanajuato capital, y esta simple procesión de gente evoca tanta historia que para el ojo común escapa por lo extraordinario que resulta a la vista. Pero esa gente que camina por las pocas calles del centro, porque los callejones son imposibles de sortear bailando o soplando una tuba, es un retrato de mucha de nuestra historia.

La danza azteca que dirige la comitiva es sin duda una de las cosas que más me llama la atención, pues durante la colonia la iglesia misma condenaba y prohibía a los indígenas realizar sus danzas, pues para ellos bailar era una forma de establecer contacto con sus deidades. Durante el baile el hombre entraba en comunión con los dioses, los cuales se manifestaban a través de la naturaleza. Por eso en un principio para la iglesia tal costumbre pagana fue prohibida, sin embargo la religión del padre distante del cielo no acaba por entrarles en la cabeza a unos indios acostumbrados a ver a sus dioses en los ríos, en la lluvia y en los vientos, por eso tiempo después se les permitió bailar, pero ahora como ofrenda al dios de los extraños. Hoy en día tales danzas son realizadas por gente común que quiere mantener viva la tradición de ofrecer algo a sus dioses, o a su dios, sea cual sea su religión.

Luego está la banda de guerra, la razón de porque una comitiva religiosa tiene por delante una banda de guerra se remonta a 1929 con las leyes de reforma del presidente Plutarco Elias Calles, las cuales despojaban al clero de muchos de sus privilegios así como de su poder económico entre otras cosas. El resultado fue que la Santa Sede decidió suspender toda actividad en el país como reprimenda, lo que llevo a los creyentes, la gran mayoría de bajos recursos, a levantarse en armas contra el gobierno por atentar contra su "libertad religiosa". Por parte del gobierno la respuesta no se hizo esperar y el ejercito movilizó a más de 200,000 soldados para acabar con las revueltas en los estados del centro, donde más de 500,000 campesinos se habían armado y exigían poder ejercer su religión. Los resultados de tal guerra son inciertos pues mientras algunos historiadores hablan de 50,000 bajas, otros estiman el numero en 200,000 o más. Por ese entonces Guanajuato era el bastión de la iglesia católica, cosa que no ha cambiado, por lo que desde entonces las iglesias tienen a su disposición bandas de guerra para "militarizar" a los jóvenes feligreses de la diócesis, por si en algún momento el acuerdo que tienen con el gobierno de "tú no te metes en asuntos políticos y yo no me meto en tus asuntos eclesiásticos" llega a ocurrir de nuevo.

Hablar en profundidad sobre una procesión religiosa es describir el azul del cielo, ríos de tinta se han gastado ya en describirlas, a grandes rasgos son personas que recorren un sendero llevando consigo la imagen que representa el fervor de su fe. Lo que me llama la atención es sobre todo la edad de quienes la conforman, son hombres y mujeres casi todos de avanzada edad, incluso aquellos que tienen que cargar con las pesadas estatuas, los jóvenes van al frente riendo y bailando la danza pagana, otros con semblante serio en los tambores y trompetas de la banda de guerra y los niños vestidos de monaguillos balanceando el incensario, el lugar para los viejos es detrás de toda la comitiva. Son un grupo pequeño no más de treinta personas, todos ellos con los cabellos grises o ya luciendo sus cabelleras plateadas. Para tener la fama de ser un lugar tan religioso la procesión es mucho muy corta.

Y la banda de viento está ahí porque para el mexicano todo es fiesta, como si dentro de nuestras venas no corriera sangre sino ganas de bailar, de beber y de matar un puerco para ofrendar ya sea al santo, la virgen, el éxito, los hay incluso que festejan para superar la frustración del fracaso, la fiesta, esa es la ultima instancia del mexicano, es su único escape de la miseria. Por eso es que sería imposible encontrar un pueblo por más remoto que sea que no vacíe las arcas del municipio, de la iglesia y hasta los ahorros de los pobladores para rendir ofrenda al ser al que rinden culto. La banda toca al final de la comitiva para romper la solemnidad que lleva consigo la procesión, como un aliciente para pasar el trago amargo del ritmo de la marcha.

Hay un montón de gente caminando por la calle entre tanto ruido, y millares de teléfonos
tomando una foto para Instagram, Facebook y Twitter, porque para el turista representa de dos a tres likes, pero esa gente arrastra más que el polvo del piso, esa gente lleva consigo la historia de todo su pueblo.




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